Sonrío,
con que gusto sonrío; y no buscan mis labios llegar a la amplia sonrisa, ni si
quiera a la ruidosa carcajada, solo simple sonrisa. Ella estrecha y fina, la que domina deliciosa; la dueña. Ese tibio gesto que asoma y me acompaña mientras dejo atrás
las huellas de mis pasos para rendirle a la vida lo bueno, lo malo en un impecable
abandono, desterrado.
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